Tu silencio hoy es un pozo donde moran sumergidos mundos
ph:Tasya Van Ree
Hey, babe ¿qué vas a hacer? ¿Quedarte donde esperan que estes? ¿Haciendo lo que se espera que hagas?.// [She Devils] [enter at yr own risk!]
ROSAS ABIERTAS
Mi morena de ojos dorados, cuerpo de marfil y ámbar
Has dejado brillantes reflejos en mi habitación
Por sobre el jardín el claro cielo de medianoche, bajo mis párpados
Aún brilla...estoy ebria de tantas rosas
Mas rojas que el vino.
Abandonando su jardín las rosas me han seguido...
Bebo su breve respiración, respiro sus vidas.
Todas ellas están ahí.
Es un milagro...las estrellas han crecido
Precipitadamente a través de las anchas ventas
Por las cuales el revuelto oro se cuela
Ahora entre las rosas y las estrellas
Tu aquí en mi habitación, desabrochando tu vestido,
Mientras tu desnudez palpita
Tu mirada insondable descansa en mis ojos...
Sin estrellas y sin flores, sueño lo imposible
En la fría noche.
LA CARICIA
Los árboles se han guardado algunos rayos entre sus ramas
Velados como una mujer, evocando otros tiempos
El crepúsculo pasa llorando. Mis dedos saltan,
Temblando, provocativos, sobre la línea de tus caderas
Mis dedos ingeniosos se demoran en las convulsiones
De tu carne bajo el vestido, las dulzuras de tu pétalo...
El arte de tocar, complejo y curioso, iguala
Los soporíferos perfumes, el milagro de los sonidos
Delineo lentamente el gracioso contorno de tus caderas,
Tus hombros, tu cuello, tus insatisfechos pechos
Mi delicado deseo se rehúsa a besar
Brota y se esfuma en tus blancas voluptuosidades
Poseo entre mis dedos sutiles el sentido del mundo
pues mi tacto al igual que el sonido, penetra.
La armonía, el ensueño, el dolor profundo
estremecen largamente la yema de mis dedos.
Comprendo mejor las cosas bellas si las acaricio,
comparto sus vidas intensas en tanto las toco
Es entonces que yo sé que es lo que ellas poseen
Nobleza, dulzura afinidad del canto.
Puesto que mis dedos han distinguido la carne de la arcilla
La lisa carne de mármol los contornos femeninos
Que la mano que sabe modelar ha maltratado
Aquella de perla, aquella de terciopelo
Conocieron la vida íntima de las pieles,
Vellón cálido y soberbio donde hundo mis manos!
Han conocido el ardiente secreto de las cabelleras
Donde se deshojan millares de jazmines-
Y semejantes a aquellas que regresan de los viajes,
mis dedos han cruzado infinitos horizontes,
Ellos han alumbrado, mejor que mis ojos los rostros
Y me han profetizado las oscuras traiciones.
Ellos han conocido la piel sutil de la mujer,
Y sus crueles temblores, y sus perfumes ocultos...
Carne de las cosas! He creído a veces abrazar un alma
Con la prolongada caricia de mis dedos...
El espíritu de la Colmena
El espíritu de la Colmena (Victor Erice, 1973) transcurre en un pequeño pueblo en España, uno de aquellos paramos perdidos en el tiempo, donde no se pueden precisar con exactitud la ubicación o la época. Tomando como base ese microcosmos etéreo, casi salido de un cuento de hadas, se desarrolla la trama de la película. A simple vista podemos elucubrar los dos espacios principales desde los que se narra: el interior de la mansión y el afuera. Por un lado tenemos la casa antigua en la que viven los personajes. Una casa que se distingue por su amplitud, en contraste con las pocas personas que la habitan, y en la cual la austeridad del mobiliario hace resaltar en ese vacío la soledad, tanto en el interior de la casa como en lo profundo de cada personaje. El espíritu de la Colmena es una película que se construye desde los silencios. Los personajes susurran su parlamento o prefieren callar, ocultar. Como si estuvieran sumidos cada uno en una celda de cristal, como las que imagina el padre. Aquí surge una interesante analogía entre la celda de la colmena y la celda de una cárcel. La perfección de las celdas de la colmena, la rectitud, la oscuridad de la casa, los colores secos; son elementos presentes en la vivienda que ayudan a configurar el mundo adulto y establecen un orden que se torna oprimente. La intelectualización del silencio se torna política, la constante insistencia con la que lo evoca la película contextualiza la censura ideológica a la que estaba sometida España por aquellos años (recordemos que el franquismo finalizó con la muerte del dictador en el `75). Lo que no se puede decir, se calla y esto convierte al silencio en denuncia.
El otro escenario que cobra valor simbólico es el exterior, en el que se encuentran tanto el campo como el bosque. Ambos son territorios silvestres donde las nenas pasan la mayor parte del tiempo sin que nadie las controle. El bosque es un espacio culturalmente vinculado a los relatos fantásticos, aporta una cuota de misterio que esta asociada a los espíritus, fantasmas y especies silvestres, como los hongos, que denotan peligro y azar (riesgo que la protagonista decide tomar).
La presencia de elementos religiosos construye la identidad pueblerina pero además juega con el concepto de fe, que toma como base el creer como valor. La fe es el eje central del discurso, es lo que logra que la dimensión real y la imaginaria se homologuen y se haga dificultoso para el espectador discurrir entre lo que es fantasía y realidad al adentrarse en la cosmovisión de la niña.
La familia se encuentra desmembrada, no es posible encontrar al padre como la cabeza del grupo. Este desmembramiento simboliza además la caída de una figura visible al mando, la ausencia de una presencia paterna severa y de un esquema familiar patriarcal (padre severo, madre abnegada sometida a sus hijos y su marido, hijos dominados) presenta un nuevo enfoque en el que la madre se desarrolla en su propio ámbito y los hijos no temen a sus padres. Al igual que en una colmena, cada integrante de la familia vive en su propia celda; encerrado en si y pendiente de sus propias perturbaciones. La única escena en que vemos al padre relacionarse con sus hijas es cuando sale a buscar setas con ellas y les explica los peligros del mundo silvestre encarnado en aquellos hongos, aparentemente inofensivos. Fuera de esto, es presentado como un símbolo de la rectitud y solemnidad enmarcado en la frialdad que lo caracteriza. Está obsesionado por todo aquello que guarda una forma, que se repite infinitamente, respetando un orden (en sus escritos aparecen figuras como la colmena, las espirales, las escaleras y elementos más abstractos pero inexplicables como la muerte).
El personaje de la madre guarda un halo de misterio. Es una persona que se preocupa por sus hijas y es cariñosa con ellas, pero a la vez no se ocupa demasiado de su cuidado: se torna ausente. Vive encerrada en su propia celda al igual que su esposo, pendiente de un pasado que rememora con nostalgia y dolor, guerra mediante que la obligó a distanciarse de alguien muy querido. Esta persona puede interpretarse como un hermano o familiar, pero la película deja un margen de duda, si prestamos atención a la frialdad que tiene para con su marido (remarcada en la escena en que se hace la dormida cuando éste entra a la habitación) podría interpretarse como un amante.
Los padres están distanciados, no hay planos en que se los encuentre juntos ni tampoco una interacción plena entre ambos. Siempre guardan una distancia, por ejemplo cuando él se olvida el sombrero y Teresa se lo lanza desde arriba. Al comienzo ella se hace la dormida para no establecer contacto con él. Sin embargo, más adelante, él esta dormido y ella amorosamente coloca un abrigo sobre sus hombros, esto muestra una transformación en su carácter. Una necesidad por resguardar su circulo intimo (recordemos que esto ocurre después de la aparición de Ana) y manifestar su presencia dejando afluir su instinto más básico, asumiendo su rol de madre.
Luego tenemos a Isabel y a Ana, las hijas pequeñas de la pareja, las cuales a pesar de tener una corta edad gozan de una amplia independencia. Esta independencia amparada en la vida de pueblo y en el poco control que sus padres ejercen sobre ellas. Isabel y Ana están criadas en un contexto reservado, que todavía conserva la impronta de un pasado oscuro. Ese periodo intermedio entre la represión y la democracia, donde se intenta salir de aquel periodo de sombras en el cual la libertad es inminente pero aún no logra distanciarse de los códigos de la estructura anterior. De esta manera, reconocemos un dejo de adultez en las pequeñas, las cuales visten como si fueran mayores y juegan a serlo. El único medio que tienen para escapar de ese marco opresivo es imaginar. El monstruo que idealiza Ana está lleno de preguntas y ninguna respuesta. Ana canaliza en este personaje imaginario todos sus miedos e incertidumbres, todo aquello de lo que no puede hablar abiertamente y a lo que tampoco sabe ponerle palabras (esto explica la primacía del silencio y sus grandes ojos mudos).
El personaje de Ana no puede distinguir la delgada línea que separa el bien del mal. No entiende porque Frankestein mató a la niña que le entregó flores, pero tampoco entiende porqué su hermana la protege y lastima a la vez, por eso cuando Isabel la asusta y luego ríe ella la mira fijamente sin poder comprender. Se siente sola, al igual que el resto de los personajes, y necesita un elemento externo a su entorno en el que pueda confiar. El fugitivo corporiza la figura del espíritu, Ana lo ve desprotegido y no duda en ayudarlo. La muerte es un juego: los actores juegan a morirse, su hermana juega a morirse; esto le da la seguridad suficiente como para brindarse a él sin temores. Cuando finalmente comprende que la muerte es la ausencia, su miedo es tan grande que escapa intentando transgredir las reglas del mundo adulto. Ahora Ana está sola, alejada del mundo que conoce, siente que eso es la muerte y le da forma: ese sentimiento esta representado en la figura de Frankestein, a la cual se encuentra claramente subordinada en su soledad. Cuando vuelve de su travesía ya no es la misma, la ambigüedad del final marca un antes y un después. La vida de Ana es aquella ventana que queda abierta comunicando la casa con el exterior, violando la reclusión de la celda. El sonido del tren que parte al final marca un ciclo que concluye y el comienzo de un nuevo recorrido, un horizonte de nuevas posibilidades que se está permitido transitar y resulta esperanzador.
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